Narraciones varias

CUBA: GEOGRAFIA Y CLIMA

Cuando Colón descubrió a Cuba en 1492 y Velázquez comenzó la colonización en 1511, la encontraron vírgen, sin cultivos fomentados por el hombre y cubierta de bosques. Era la naturaleza tal cual la había formado el tiempo.
Cuba, como toda región del mundo, en mayor o menor grado tuvo una evolución geológica. Esa evolución la hizo transitar desde el Jurásico Inferior hasta nuestra era, atravesando (durante unos 190 millones de años) el Jurásico Medio Superior, el Cretáceo, el Paleoceno, el Eoceno, el Oligoceno y el Mioceno. Esos seis periódos abarcaron el segundo ciclo de la era secundaria donde se conformaron los arrecifes y la forma que tiene la isla. Por último vino la fase orogénica, época que culminó con la formación de los sistemas montañosos, y de donde se deduce que la actividad más intensa estuvo centrada en el oriente del territorio. Después vino un complejo sistema de fertilización y flora que la cubrió de bosques y fauna. Así la encontraron Colón y Velázquez.

Pero igual que las montañas no estuvieron antes que los llanos, unos 900 años antes que Colón y Velázquez, otros seres humanos habían encontrado a Cuba. Se cree que llegaron a través del Arco de las Antillas, no navegando de un tirón, sino de generación en generación, conquistando una isla ahora y otra mucho después. En un proceso largo en el tiempo. ¿La procedencia de esos seres adelantados? Las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco. Ellos, en la misma medida que se establecían y enraizaban, fueron creando su propia cultura, sus costumbres, sus tradiciones y sus rituales. Ellos siguieron el curso de una emigración natural, no representaron ninguna potencia ni se titularon descubridores. Sin embargo, aun sin el objetivo fijado de adueñarse de la isla, ellos fueron los auténticos descubridores de Cuba, sus primeros pobladores y sus legítimos dueños.
Cuba es una isla alargada y estrecha, es la mayor de todas las Antillas, y se situa entre dos agrupaciones de unas l600 islas menores que ella. En conjunto esas islas pequeñas totalizan 5695 kilómetros cuadrados. Casi todas esas islas, denominadas por nosotros como cayeríos, están deshabitadas.
Las costas cubanas son de una diversidad asombrosa, pudiéndose clasificar en 5 grandes grupos. Así las encontramos de montañas y mesetas, de acantilados y terrazas, de relieves y llanuras, y de costas sumergidas. Mas, los accidentes que las pueblan son aun más plurales, y van desde las bahías a las rías bajas, desde las bolsas a las ensenadas, desde las caletas a los manglares, desde las ciénagas a los arrecifes, desde las playas arenosas a las fallas, y desde la vegetación tropical a zonas semidesérticas. Todo, en su conjunto, beneficia la pesca y el turimo, pero dificulta otras actividades como las maniobras navales y la agricultura, por los altos grados de salinización de los suelos.
La hidrografía natural está definida por un eje principal que va, por el centro, a todo lo largo de la isla, desde el oriente al occidente. Partiendo de ese centro los ríos nacen y corren formando cuencas que desembocan en la costa norte o en la costa sur. Sin embargo, existe una excepción: es un eje secundario que va desde el norte de Santiago de Cuba hasta Cabo Cruz. Los ríos que nacen en ese eje no corren desde el centro hacia el norte o hacia el sur, sino que corren buscando desembocar en el Golfo de Guacanayabo. Entre ellos, el río Cauto, que es el más caudaloso de Cuba.
Cuba tiene 563 cuencas fluviales, alimentadas por ríos y arrollos que a su vez se clasifican en permanentes, intermitentes y subterráneos. Ellos, junto al régimen de precipitaciones, con o sin la colaboración técnica del hombre, alimentan los bosques, los matorrales, las sabanas, la vegetación natural y la vegetación de cultivo que cubren los suelos del país.
El ritmo anual de las temperaturas cubanas es cambiante, según las estaciones, las regiones y los meses del año. La región más calurosa es la oriental. La más fría es la occidental. Y la central es un término medio entre el calor y el frío. Enero es el mes más frío, con unas temperaturas mínimas entorno a los 8 grados celcios y unas máximas de 33. Septiembre es el mes más caluroso, con una media por encima del conjunto de junio, julio y agosto. Las mínimas de septiembre se colocan en los 21 grados celcios, y las máximas en los 37. La temperatura media cubana es de 28 grados todo el año.
Las precipitaciones tienen dos períodos bien definidos: la época lluviosa, de mayo a octubre. Y la época de seca, de noviembre a abril. La época de lluvia coincide con la temporada ciclónica. Las regiones de menos precipitaciones no sobrepasan los 1000 mm. al año, y están en la costa sur de la región de Oriente. Y las regiones de mayores precipitaciones se colocan por encima de los 2000 mm. por año, y están en las montañas de Sagua-Baracoa, en la Sierra Maestra, en el Maziso del Escambray y en la Coordeillera de Guaniguanico.
No es Cuba un país que destaque por ser de primera línea en reserva y producción de minerales. Es un país que siempre ha dependido de la agricultura. Sin embargo, en minerales combustibles tiene modestos yacimientos de petróleo y turba. Y en minerales metálicos posee un listado que incluye níquel, cobalto, cromo, hierro, cobre, plomo, zinc, manganeso, tungsteno, plata y oro. Y también tiene importantes cantidades de minerales no metálicos que comprenden: asbesto, sal, gema, asfaltita, marga, caolín, caliza, yeso, mármol, agua mineral y otros. Algunos de estos minerales son de empleo moderno, pero otros ya se conocían desde la colonización y antes de la colonización, como el oro, que dejó sin sueño y trajo de cabeza, durante varios siglos, a nobles, plebeyos, aventureros, piratas y corsarios que se dieron a la tarea de conquistar y saquear el Nuevo Mundo.
En la época en que España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda tenían colonias en América, en teoría, quien tuviera el dominio militar y naval de Cuba, tenía el dominio absoluto del Golfo de México, desde el extremo sur de La Florida, hacia la izquierda, hasta la península de Yucatán, pasando por Tampa, Nueva Orleans, Tampico, Tuxpan, Veracruz y Mérida. Y por descontado, tenía una gran influencia sobre las demás islas antillanas y sobre todas las costas continentales que, por el sur de Cuba, dan al mar Caribe, desde el Canal de Yucatán, en México, hasta Puerto España, en Venezuela, pasando por Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica Panamá y Colombia.
Las costas de La Florida, al norte. Las de Yucatán, al suroeste. Las de Jamaica, al sur. Y las de Haití, al este, son los cuatro puntos más cercanos de los vecinos de Cuba.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

CUBA: 15 VERSIONES DEL ORÍGEN DE ESTE NOMBRE

El nombre de CUBA tienen 15 versiones sobre su orígen. Tantas como la cantidad de autores que han creado, investigado o recogido curiosas leyendas sobre la probable procedencia de sus cuatro letras.
VERSION PRIMERA: Fue la de Cristóbal Colón, al anotar en su Diario de Navegación, el 21 de octubre de 1492, "...parto para otra isla grande, que creo debe ser Cipango, según las señales que me dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba." Y dos días más tarde rectificó con nitidez el nombre que los indígenas de San Salvador (actual Bahamas) le daban, y escribió en el mismo Diario "...quisiera hoy partir para la isla de Cuba." De modo que para Colón, inicialmente, ya no existieron confusiones. Cuba era nombre de orígen y procedía del idioma primitivo, aunque él desconociera su significado. Sin embargo, cuando le puso los pies encima, el 27 de octubre, ya se había olvidado de las anotaciones hechas la semana anterior y la bautizó con el nombre de JUANA. Más adelante veremos el por qué. Aquí, como se ve, no analizamos cómo los nativos de Bahamas conocían que Cuba era una isla, y que era grande. Sino, solamente el orígen de ese nombre.
VERSION SEGUNDA: Corresponde al sabio cubano Fernando Ortiz. Él teorizó otro orígen indígena al asegurar que "Cuba y ciboney tienen una misma raíz: la voz ciba, que equivale a piedra, montaña y cueva..." que eran elementos muy vinculados a la vida diaria de los nativos, y por tanto, ahí tenía su orígen.
VERSION TERCERA: Es otra teoría de otro sabio: José Juan Arrom. Él se aventuró a decir que en uno de sus periplos por Suramérica, en Suriname concretamente, había oido la voz Kuban, que era equivalente a "mi campo", "mi terreno." Y vió como escribían los surinameses "a koba", "a kuba", "u kuba", para indicar lo que era su suelo, su campo y su terreno. De modo que según Arrom, koba o kuba pudo ser la voz que Colón oiría, y eso explicaría la confusión del Almirante en las anotaciones del Diario de Navegación.
VERSIONES CUARTA, QUINTA, SEXTA Y SEPTIMA: No corresponden a ningún sabio, sino que son derivadas de voces tribales que se han investigado y colocado como presuntos orígenes del nombre de Cuba. Así, por ejemplo, en lengua chibcha Cuba significa "piedra." En lengua araucana, significa "está" o "existe". En lengua faneca significa "cerro". Y en lengua mapoyo significa "laguna". Son lenguas de diferentes minorías mexicanas, venezolanas y guyanesas, de donde pudiera haber nacido la defición de Cuba, un territorio que existe, que está y que tiene piedras, cerros y lagunas.
VERSION OCTAVA: Es una interpretación del entendido dominicano Juan Bosh, quien conjetura que Cuba, efectivamente, es palabra indígena, pero que corresponde al nombre que los indios daban a una aldea o batey, no a toda la isla. Ya que los indios en las Antillas no formaban pueblos unidos, sino tribus, por lo que se debe pensar que cada tribu dominaba y nombraba el territorio que ocupaba y que le era conocido, no el de otras tribus. Por lo que el nombre de Cuba debió ser usado por la tribu asentada en el lugar donde tocó tierra Colón, y él entendió que era el nombre del lugar hacia donde él pensaba dirigirse en la siguiente etapa del viaje.
VERSIONES NOVENA Y DECIMA: Corresponden a un erudito alemán llamado Sophus Ruge, quien también expuso dos tesis con un mismo argumento sobre otros hipotéticos orígenes del nombre de Cuba: Los dos los adjudica Ruge a un mal entendido, como sucedió al conquistador de México Hernán Cortés, ya que "en Tabasco, el 25 de marzo de 1519, entendió Culhua cuando le indicaban el nombre de Cholula, una floreciente ciudad mexicana." Y eso mismo, según Ruge, sucedió a Colón y a Bernal Díaz del Castillo, a los que les achaca sendos despistes, igual que sucedió a Cortés con la misma ciudad: "...porque cuando a Díaz del Castillo y a Colón los nativos les indicaron el nombre de Colba, o al menos eso entendieron ellos, en realidad lo que decían era el nombre de Cholula..." la ciudad continental que, con toda probabilidad, si habían oido mencionar los indios afincados en la actual Bahamas.
Pero las versiones no terminan con las aportaciones de un ilustre como Colón, ni de sabios como Ortiz o Arrom, ni de entendidos, eruditos o investigadores. Otras teorías se han sumado a las ya citadas. Por ejemplo, la VERSION ONCENA es del Dr. Andrés Rocha, y es una espectacular deducción (bien alejada del Caribe) donde asegura que el origen de Cuba es hebreo, derivado del nombre Acuba, un pariente de Esdras, aquel judio famoso que vivió en el siglo V antes de Cristo, cuando deambulaban las tribus perdidas de Israel.
La VERSION DUODECIMA, por su parte, es una hipótesis anónima, pero en ella se deja bien sentado que el orígen de Cuba proviene de la palabra árabe "qubba", que traducida significa cúpula. Denominación que también se aplica a las bóvedas de las mezquitas y a las bóvedas de los palacios musulmanes. La pregunta sería, ¿estuvieron los árabes por las Antillas antes que los europeos?
VERSIONES DECIMOTERCERA Y DECIMOCUARTA: Son también anónimas y van mucho más allá en el tiempo: una de esas versiones asegura que Cuba tiene su origen en los navegantes fenicios, que designaban como "qoba" y "qobe" a las torres y promortorios pequeños que veían en las lejanas costas. Por lo que se entendería que esos marineros incursionaron El Caribe mucho antes que Colón, y que así llamaron a Cuba porque era la visión que tenían de sus montañas vistas desde el mar. La otra versión, también de navegantes, asegura que hebreos, asirios y caldeos empleaban las mismas palabras "qoba" y "qobe" para expresar todo lo contrario que los fenicios. Con esas dos palabras estas últimas culturas expresaban cavidad, cueva y caverna, tres denominaciones muy comunes para los indios primitivos de Cuba y El Caribe, que utilizaban estos lugares como viviendas, como refugios, como cementerios para sus enterramientos y como recintos ceremoniales en sus rituales. De ello se desprende, de ser cierto, que los hebreos, los asirios o los caldeos, desembarcaron y conocieron las cuevas caribeñas antes que Cristóbal Colón.
Por último, entre las más difundidas hipótesis no podía faltar la académica que casi todos conocemos y que es la VERSION DECIMOQUINTA. Desde el año 1885 dice el Diccionario Etimológico en su edición cubana: "Cuba deriva de cuba o tonel, barril barrigón que a su vez deriva del vocablo griego kupe, que significa cavidad."
Como vemos, no hay algo probado a que atenerse. Todas son versiones, y parten de Colón y sus contemporáneos, pasan por investigadores, siguen por las leyendas anónimas y culminan en las bodegas de vino del Dios griego Dioniso y de su homólogo romano Baco. Algo tan vulgar y contagioso que impregna su espíritu en el alma del cubano. Sino, ¿cómo se entiende que sin haber navegado por estos mares ni un dios ni el otro, al cubano le guste tanto empinar el codo, lo mismo con una cerveza que con un traguito de ron? ¡Y esa, sin necesidad de versión, sí que es Cuba...!
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

CUBA CON NOMBRES ESPAÑOLES

Cuba, y mientras no se demuestre lo contrario, antes de llegar Colón ya se llamaba Cuba. Pero cuando el genovés y sus carabelas llegaron aquel 27 de octubre de 1492 por una playa de la actual provincia de Holguín, después del desembarco y reconocimiento de rigor, lo primero que se le ocurrió no fue preguntar a dónde había llegado, sino rebautizar aquel lugar, darle un nombre, y tomarlo en nombre de la Corona de España para regalarlo a la Corona de España. Y dicho así, ¿qué mejor nombre que Juana para que la Corona se sintiera alagada? Y Juana, como primer nombre español, se llamó Cuba.
¿Y por qué Juana? Dicen algunos investigadores que nombró Juana a esta tierra en honor al príncipe Juan, hijo primogénito de los reyes católicos Fernando e Isabel. Yo personalmente creo que no, yo creo que la nombró Juana en recordación de una jovensísima Juana que todavía no era loca, y que heredó el trono de sus padres, ya siendo mujer de Felipe el Hermoso, en 1504, cuando su madre, Isabel la Católica, murió sin heredero varón.
Ahora, como Felipe el Hermoso murió haciendo locuras a los 28 años, y Juana (después de recorrer media España con el cadáver) fue tomada por loca y recluida en Tordesillas, su hijo Carlos V, ya siendo rey-emperador, en 1525, entendió que Cuba era un obsequio perfecto para la memoria de su abuelo Fernando de Aragón, y también, por qué no, para la memoria de todos los reyes Fernando que habían levantado su cetro sobre las tierras de Castilla y León. Así que, ni corto ni perezoso, le hizo cambiar el nombre por el de Fernandina. Y Fernandina, como a alguien en La Corte le pareció corto, fue alargado a Fernandina del Puerto del Principe, por dos motivos básicos: uno estratégico, que fue la importancia que para La Armada española tenía el puerto de San Cristóbal de La Habana, y el otro puramente adulador y continuista para con La Corona: que fue dedicarle la isla al nacimiento, en 1527, del príncipe heredero. El mismo que en 1556 fue coronado como Felipe II.
Pero el tiempo transcurre y lo va cambiando todo, así que esta parte del Caribe tampoco sería la excepción: La Habana creció como ciudad, como villa y como capital, y en La Corte observaron el cambio y decidieron reemplazarle otra vez el nombre a Cuba, que esta vez se llamó Isla de La Habana. Mas, como la Iglesia Católica tenía gran influencia en un reino fundado por dos reyes católicos, y además, tuvo y tenía aún poderosos intereses en el proceso de evangelización y en el proceso de educación y desarrollo de la sociedad, en memoria del Patrón de España, Santiago Apóstol, pidió y logró que en La Corte, una vez más, alguien cambiara el nombre a Cuba y la llamara Isla de Santiago de Cuba. Pero como no hay nada perfecto ni nada a gusto de todos, también a alguien entre los muros de la Catedral de San Pedro, en Roma, se le ocurrió proponer una modificación sacramental al nuevo nombre, así que Cuba, ya acostumbrada al perpetuo bautizo, se llamó Isla de Santiago y del Ave María. Y así estuvo traspapelada hasta que al fín en La Corte alguien sensato y con dos dedos de frente se dió cuenta que por más que se le cambiaba el nombre a Cuba, Cuba seguía siendo Cuba y todo el mundo le llamaba Cuba. Entonces la sensatez tuvo sentido y acordó La Corte dar por bueno aquel refrán del campesino cubano: "la yagua que va a ser techo no hay vaca que se la coma."
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

CUBA: UN RECORRIDO AL LADO DE LA MERCED

Para los indios, primero, y después para los esclavos llegados de África, decir a su amo "Sí, Su Merced," o "Mande, Su Merced," era una señal inequívoca de respeto y de sumisión a alguien que, sin analizar si era rico o pobre en España, en Cuba había recibido una Merced Real y era todo un señor colonizador. Alguien al que los esclavos no les decían "Señor Rodríguez" o "Señor Fernández," sino "Su Merced," como si Merced fuera su apellido, porque "Merced" significaba poder.
La merced, según el diccionario, es una locución adverbial que indica las gracias a una persona o entidad. Ahora bien, ¿dónde nació la merced como gracia real, y cómo se aplicó durante la época de la colonización en Cuba? La merced, en principio, fue una Orden Militar originaria de Barcelona, que fundaron Jaime I de Cataluña y Pedro de Nolasco, en el año 1218, con el propósito original de liberar y salvar a los cautivos catalanes y aragoneses que habían caido prisioneros de otros ejércitos con los que el reino catalán-aragonés había sostenido alguna guerra. Eran, hoy pudiera decirse, unos comandos especializados en rescates, que, pagando dinero o por la fuerza, hacían la merced de devolver la libertad al prisionero, y cuyo motor propulsor era la fe cristiana.
Con el tiempo el concepto de merced se amplió, y tres siglos después se aplicó en América en términos de economía agraria y de cimentación de riqueza.
Así, otro rey de orígen aragonés, Fernando el Católico, según Cédula Real, firmada en Valladolid el 18 de junio de 1513, reguló la concesión de mercedes para los primeros colonos que se iban asentando en Cuba, a través del representante real, que era el Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar. La merced consistió en conceder gratuitamente la tierra para la agricultura y para la crianza de ganado. Y lo hicieron el Cabildo de Baracoa y los demás Cabildos que, durante la expansión colonial, fueron fundándose.
La merced, o mercedes, para ser más exacto, eran de dos categorías diferentes, y se complementaban con otros elementos agrícolas obtenidos en Cuba o llagados desde Europa, como: pie de cría de animales, semillas, herramientas y maderas que permitían o facilitaban el rápido desarrollo y puesta en explotación de una finca rural.
La merced más pequeña y modesta era la que correspondía a un peón o colono sin fortuna, de los muchos que se enrolaron en la aventura de conquista contando solamente con sus manos. Esa merced, de acuerdo con la categoría, se llamaba "Merced de Peonía," y su otorgamiento consistía en darle a ese peón un solar de 50 pies de ancho por 100 de largo para la edificación de la vivienda, 100 fanegas de tierra de labor para trigo o cebada, 10 fanegas para cultivo de maiz, 2 huebras para el cultivo de huertas, 8 huebras para plantar árboles de secadal, tirras de pastos para 10 puercas de vientre, para 20 vacas, para 5 yeguas, para 100 ovejas y para 20 cabras.
La otra merced, superior a la de "Peonía" se llamaba "Merced de Caballería," y era, lógicamente, para caballeros llegados con ciertos recursos monetarios. Su otrogamiento consistía en un solar de 100 pies de ancho por 200 de largo, para la edificación de la vivienda y las dependencias de caballero. 500 fanegas de tierras cultibables para trigo o similares, 50 fanegas para cultivo de maiz, 10 huebras para la siembra de huertas y hortalizas, 40 fanegas para árboles de sacadal y frutales, y tierras suficientes para el pasto de 100 vacas, 50 puercas de vientre, 25 yeguas, 500 ovejas y 100 cabras.
Como se ve, al entrar en poseción de una merced, acompañada de la encomienda de algunos indios (de los que solía repartir con largueza Velázquez) para trabajar la tierra, cuidar los animales, lavar oro en las minas y en los ríos, o realizar servicios domésticos, el colono (peón o caballero) se transformaba de aventurero en señor, y de ciudadano común de España en conquistador del Nuevo Mundo. Así comenzaba la multiplicación de sus bienes y el crecimiento de su capiatal, acumulando riqueza y dinero en un espacio de tiempo relativamente corto.
El propio Diego Velázque fue un ejemplo palpable de ello. Al morir, el 12 de junio de 1524, once años después de hacerse con la merced que a su rango correspondía, en su testamento, dictado tres días antes de su muerte, el caballero gobernador declaraba poseer en Cuba 19 fincas, más de 2000 plantas de yuca, una cantidad considerable de plantaciones de maiz y boniato, más de 1000 reses vacunas, 3000 cerdos, 1000 ovejas, cientos de cabezas de ganado aznar y caballar, gran cantidad de aves domésticas, dinero en efectivo y 40 mil pesos invertidos en la conquista de México.
Para tener una idea apróximada de la fortuna de Velázquez, vaste decir que los últimos 40 mil pesos que él menciona, entregados de su capital personal a Hernán Cortés (que por cierto, traicionó a Velázquez) para la expedición de México, equivalían en esa época a 320 mil reales, y también a 10 millones 880 mil maravedies. Sépase que el peso, cuando gobernaba Velázquez, tenía tres categorias de valores, y las estimaciones se han hecho considerando que los pesos de Velázques fuesen de los de inferior categoría, es decir, aquellos que se cambiaban a 272 maravedies por un peso oro de 96 granos. Y esto de los granos, no gramos, que es una unidad de medida moderna, viene porque los granos de cacao fueron la primera unidad de medida que se tomó en América para la equivalencia del oro.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

CUBA: UN RECORRIDO AL LADO DEL DINERO

La historia del dinero en Cuba es un poco más larga y algo más compleja que la historia de la merced, pero es interesante porque además de saber cómo y cuándo comenzamos a tener el dinero como regidor de la producción, el comercio y las relaciones sociales, también sabremos cómo nos vinculó con el resto del contiente y con el resto del mundo. Y también sabremos cómo, cuándo y qué tipo de dinero se utilizaba en las actividades de contrabando con corsarios y piratas. Y lo más importante, dónde y cuándo nació el peso.

Al llegar a Cuba como adelantado y futuro gobernador, el séquito de Diego Velázquez no llevaba clérigo. Se le había postergado para un futuro viaje, y el Padre Bartolomé de las Casas se incorporaría más tarde. Sin embargo, el séquito incluía cuatro oficiales reales (un tesorero, un veedor, un contador y un factor) y el cofre con el tesosro de La Hacienda conque iniciar la colonización. Ello indica que el tema monetario era más importante y estaba por encima del tema espiritual.
El dinero que llegó con Velázque a Cuba, procedente de La Española, fue el maravedí, y la primera ciudad donde circuló: Baracoa.
El maravedí era moneda muy antigua, y se había utilizado en el reino nazarí de Granada desde el siglo XIII (1232) hasta el siglo XV (1492) en que los últimos vestigios de la dominación árabe en la península, que eran Beza, Almería y Guadix, se integraron a los dominios de los reyes católicos, Fernando e Isabel.
Con maravedies, procedentes de las arcas nazaries, al término de la guerra de reconquista contra Granada, se financió la empresa de Cristóbal Colón. Incluso, al escoger el Almirante el puerto de Palos como punto de partida de la expedición, como este puerto no era de jurisdicción real, los reyes compraron la mitad del señorío de Palos, desde donde zarparían los expedicionarios, por un valor de 16 millones 400 mil maravedies, e impusieron que el señorío aportara el dinero suficiente para fletar dos de las tres carabelas que Colón llevaría en su primer viaje hacia lo desconocido. Esas naves fueron, como se sabe, LA NIÑA, propiedad de Juan Niño, LA PINTA, propiedad de Cristóbal Quintero, y LA SANTA MARIA, propiedad de Juan de la Cosa.
El maravedí era moneda de oro de los pueblos islámicos almorávides desde el siglo XI. Y posterior a la llegada de esta cultura a la península ibérica el maravedí fue acreditado para circular en todo el mundo cristiano. Después se acuñó también en plata y cobre, con lo que su valor descendió al cambio con otras monedas de Asia, Africa y Europa. En España, por ejemplo, equivalía a 1 por 34 respecto al real de vellón: un real, 34 maravedies.
Los reyes católicos, y más tarde Carlos V, entre 1504 y 1535, continuaron acuñando maravedies para el virreinato de La Española, al que se subordinó el gobierno de Cuba durante los primeros años de la colonización. Y en Granada y Cádiz, poblaciones muy vinculadas a La Habana y Santiago de Cuba por el tráfico marítimo y el comercio, se continuó acuñando maravedies hasta 1556, y su circulación en Cuba se extendió hasta más allá de esa fecha. Por tanto, fue el maravedí la primera moneda acuñada en Europa para circular expresamente en las islas del Caribe, y fue la primera moneda de Cuba.
Después de la conquista de México, con la fundación y estabilización del virreinato de Nueva España, la acuñación en monedas de cobre de uno, dos y cuatro maravedies para América se traladó a la Casa Acuñadora mexicana, desde donde se situaban remesas para Cuba, pero su protagonismo poco a poco se fue extinguiendo frente a la competencia del peso duro. En México solamente se acuñaron 2 millones de monedas, respaldadas en el Tesoro por 200 mil pesos de plata.
No era el maravedí la moneda oficial del reino unificado castellano-aragonés, sin embargo, tuvo un papel muy destacado durante largo tiempo en la conquista y colonización de América. La moneda de los reyes católicos, acuñada desde 1475, era el excelente de oro, que circuló hasta los inicios del siglo XVI, ya que en el año 1498 los propios reyes católicos adoptaron el ducado de oro como moneda divisa, el que paulatinamente fue sustituyendo al excelente de oro. También, desde ese mismo año los reyes establecieron el pleno control del gobierno sobre la acuñación de monedas.
El ducado, por su parte, era moneda de oro de origen veneciano, vigente desde el siglo XIII y acreditada en todos los países euroasiáticos con costas al mar Mediterránoe y al océano Atlántico. Al adoptarse en España, durante los siglos XVI y XVII, se cambió por 11 reales castellanos o por 375 maravedies. Además de los reinos españoles, era el ducado moneda oficial de Turquía, Portugal, Bohemia, Países Bajos e Italia, extendiéndose también a América. Por tanto, no es descabellado afirmar que, casi con seguridad, tanto el excelente como el ducado, entre los inicios del siglo XVI y durante el siglo XVII, como una extensión natural del flujo migratorio y comercial, circularon en Cuba. Y hay mayor seguridad para esta afirmación al saberse que, entre 1594 y 1608, durante el mandato del gobernador Juan Maldonado Barnuevo, los préstamos que se hicieron por La Corona para el fomento y desarrollo de la industria azucarera cubana, fueron situados a través de México en ducados de oro.
Con el ascenso al trono del que llegaría a ser el emperador Carlos V, (coronado en España con el título de Carlos I) se acuñó una nueva moneda sin desechar el ducado. Esa moneda nueva fue el escudo, en dos versiones, oro y plata. Y estaba destinada, en lo fundamental, a sufragar gastos de campañas y conquistas militares. Tal vez el escudo, de Carlos V, tuvo algún momento de incursión en la economía o en los trasfondos del comercio de contrabando en Cuba, pero su lugar esencial de circulación fue durante la expedición a Túnez y en el reino de Castilla, donde la acuñación en oro tuvo un valor al cambio de 10 reales.

Vamos al peso, que es lo nuestro. El peso, moneda muy popular y arraigada en América, conocida en Cuba desde el gobierno de Velázquez, introducida durante la colonia, y mantenida como moneda oficial en la fundación de la república, tiene otra crónica trascendental. Y aunque algunos se asombren, contrariamente a lo que pudiera creerse, el peso no fue introducido en América por los conquistadores europeos. Cuando Hernán Cortés concluyó la conquista de México, en 1521, ya el peso era moneda de curso legal en el Imperio Azteca de Moctezuma II. Por tanto, el peso es oriundo de México, de allí nos vino, y es una moneda indígena. Lo que sucede es que, ni por asombro, se parecía a la moneda o al billete de papel que conocemos hoy. Esta es su historia y su crónica en los vaivenes de un país que se forjó entre las convulsiones de la conquista, las guerras y los ataques de piratas, corsarios y bucaneros.

Fabricado en oro con plumas del águila azteca, era conocido como "peso de Tepuzcue" o "peso de 96 granos". El peso de oro-grano, en el Imperio Azteca, obedecía a equiparar proporcionalmente el peso de 96 granos de cacao con el valor del oro. El oro, para fabricar el peso, se convertía en polvo, y ese polvo era envasado en cañones y ástiles de plumas de las águilas que se utilizaban para ese fin. Habían minas de oro y criaderos de águilas sólo destinadas a esa industria. Por eso, aun en estos tiempos, el águila simboliza el dinero mexicano.
A falta del peso, los granos directamente se utilizaban como monedas de cambio. Pero no todos los granos valían como monedas, debían antes estar rebajados de impurezas, seleccionados y medidos. Sin embargo, para el intercambio comercial si se utilizaban los granos comunes como medidores de los valores monetarios. Así, un "Countle" estaba compuesto por 400 granos. Un "xiquipil" por 8000 granos. Y una "carga" por 24000 granos.
En 1555, las autoridades españolas, a fin de hacer más viable el intercambio comercial basado en la equiparación "moneda-grano" establecieron oficialmente el valor del real de plata en 140 granos. Y desde entonces los cañones y ástiles de pluma de aguila dejaron de circular y el peso comenzó a fundirse igual que el real: en disco.
Como se aprecia, desde sus orígenes al "peso" su valor le fue dado segun su peso y ley, y de ahí le vino ese nombre común de "peso". Aunque los mexicanos, los tezcuanos y los tlacopanos, que eran las tres culturas que componían el Imperio, comunmente le llamaban "quanhtli", porque eran fabricados con plumas, y por el mismo motivo los españoles, al conocerlo, le llamaron "aguilita".

Cuando los españoles asumieron el pleno control del Imperio, bajo la dirección del grabador Antonio de Mendoza, el peso fue acuñado con nuevos diseños referidos al Oceno y a las Columnas de Hércules, alusivos a la procedencia y fuerza de la conquista. Entonces cambió la composición de su nombre: dejó de ser el peso de Tepuzcue y comenzó a llamarse "peso duro", porque ya no era en polvo, sino compacto. Por tanto, el peso fue también la primera moneda fabricada por los europeos en América.
La ley del peso, al no contarse con instrumentos de medición precisos, se estableció en tres categorías para el cambio: Un peso de oro medio se cambiaba por 272 maravedíes. Un peso de oro común se cambiaba por 300 maravedíes. Y un peso de oro ensayado se cambiaba por 450 maravedíes. De modo que el valor del "peso" no sólo radicaba en su peso, sino también en su calidad. Así se mantuvieron las acuñaciones regulares hasta 1536, año en que se estableció una nueva Casa de Acuñaciones con modernos instrumentos. Y entonces el cambio del peso ya no fue exclusivamente por maravedíes, sino también por reales.
En 20 años, entre 1536 y 1556, con destino a México, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, la Casa mexicana acuñó 38 millones 200 mil pesos duros en monedas de oro. En esa época el peso duro era equivalente al real de a 8 en la península. Con el decursar del tiempo el real se devaluó al acuñarse en plata, en tanto que el peso mantuvo su valor y el cambio pasó a ser de 1 peso por 10 reales de plata, manteniendo esa egemonía hasta el declive del reinado de Isabel II y el nacimiento de la peseta, que no es otra cosa que el femenino de peso.

Durante la época colonial en América el peso fue introducido como moneda oficial y unidad monetaria, con sus fracciones correspondientes, en México, Cuba, Santo Domindo, Colombia, Argentina, Uruguay y Chile. Países que desde entonces y hasta hoy lo mantienen como su moneda nacional.
En el caso concreto de Cuba, el real, primeramente como unidad monetria y después como fracción del peso, circuló como moneda hasta la segunda mitad del siglo XX. Pero su antigüedad está datada en el siglo XIV, y fue introducido desde Castilla, donde se le conocía como real de vellón porque su material componente era una aleación de plata y cobre. Al llegar el real a La Habana su cambio se estableció en 34 maravedíes. Fue entonces cuando Carlos V, para evitar largos trasciegos y con la intención deliberada de desplazar al peso de Tepuzcue como moneda circulante, ordenó su acuñación en México en real de a 4, es decir, por valor de 4 reales castellanos. Con esa decisión el Monarca quería, además, dejar de utilizar el oro como moneda, conservándolo sólo para la fundición de lingotes que se almacenaran y respaldaran la plata y el cobre circulantes.
Dos años después de puesto en ejcución el proyecto de Carlos V las fracciones del real dejaron de fabricarse, y el propio real, poco a poco, fue integrándose como fracción del peso.
Durante el reinado de Felipe II, sucesor de Carlos V en 1556, se impulsó la acuñación del real en México por valor de 122 millones de pesos fuertes, existiendo una gama que iba desde la moneda de 8 reales hasta la de medio real. Felipe II hizo imprimir el real de 8 en Lima, entre 1577 y 1588, bajo la dirección del acuñador Diego de la Torre, e igualmente lo hizo reproducir en Potosí dede 1575, con la supervisión de Alonso López de Barriales. De modo que el real circulante en Cuba y el Caribe ya no solamente procedía de México sino también del virreinato del Perú.
Hay una moneda que es poco mencionada, y sin embargo circuló oficialmente en Cuba: es el cuarto. El cuarto, acuñado en vellón y en cobre, procedía de Castilla y tenía un valor de 4 maravedíes. Fue precisamente esta moneda la primera que se fabricó en La Habana, en 1741, durante el gobierno de Juan Francisco Güemes de Horcasitas. Y fue la autorización Nº 1638 que se emitió después que los reyes Católicos decidieron el control absoluto sobre la producción de monedas. El material utilizado fue el cobre, y su valor de 8 cuartos, equivalentes a 32 maravedíes. Su anverso llevaba un escudo de armas con un león, y su reverso otro escudo de armas con un castillo, alegóricos ambos al reino de Castilla y León, orígenes probables de los escudos de armas y del propio capitán general Güemes.

Ahora, separando las acuñaciones oficiales, las producciones autorizadas y las circulaciones legales, en el mundo del dinero y el comercio, durante la época colonial existió un extenso período protagonizado por la actuación de piratas, filibusteros, bucaneros y corsarios que tenían de trasfondo un intenso contrabando de esclavos, mercancías, armas, y compra-venta de todo género. Aquel tráfico irregular beneficiaba tanto a los comerciantes ilísitos de las poblaciones como a los marineros ilegales de la mar. Es adsurdo pensar que aquellos marineros de origen inglés, francés, portugués, y holandés, se presentaran siempre a comercializar de contrabando pagando y cobrando con dinero de fabricación exclusiva de las Casas Monetarias españolas. Lo lógico es razonar que si el comercio era de contrabando y excento de impuestos aduaneros, el dinero (de similar nacionalidad que la marinería) también fuese de circulación irregular y clandestina. Y más, que en la mayoría de los casos no precisara siquiera de su conversión y cambio a la moneda en curso, puesto que su inversión futura iba a ser nuevamente con los propios contrabandistas. Así, el doblón español de 300 reales de vellón, trasladado a cuba por traficantes negreros portugueses, circuló más clandestino que legal. Igual sucedió con el florín de plata, el rijder de oro y de plata, y el ruyder de oro, todas monedas holandesas de los siglos XVI y XVII, que sus corsarios introdujeron en el Caribe y en Cuba. También es probable que la misma marinería holandesa haya traficado con el gulden, que era igualmente moneda de oro acreditada en Holanda y compartida con Alemania y Austria.
La libra esterlina inglesa, cuyo origen se remonta al imperio de Carlomagno, y la guinea de oro, también inglesa, (del siglo XVII) son dos monedas que tuvieron un febril tráfico ilegal en Las Bahamas, Jamaica y Cuba.
Los corsarios franceses, que no fueron menos, tampoco se quedaron detrás, e introdujeron al comercio antillano el franco de plata, que se acuñaba desde el reinado de Enrique III, entre 155l y 1589.
De manera que, como no es dificil advertir, la economía de Cuba tuvo tres pilares sobre los que pudo sostenerse y levantarse desde sus inicios como colonia: Las mercedes de tierra, las encomiendas de fuerza de trabajo para la explotación de esas tierras, y la circulación monetaria legal e ilegal. Mas, todo en su conjunto enfrentó, por un lado, los intereses desmedidos de los reyes de España, y por el otro, las ambiciones de varias potencias europeas que se hicieron representar por piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios, en su afán de repartirse a cualquier precio el botín del Nuevo Mundo.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Continuará... Libreta 4, pág. 7