La memoria de 1895

EL 24 DE FEBRERO DE 1895

En 1895 los cubanos reutilizaron los mismos campos de batalla que en el decenio 68-78, y los mismos que en 1879: Los escenarios de Oriente, Camagüey y las Villas, a los que agregaron las llanuras y ciénagas de Matanzas, los laberintos de piedras de La Habana y las montañas y vegas de Pinar del Río. Solamente Isla de Pinos y los cientos de cayos que forman el archipiélago quedaron al márgen de las emboscadas guerrilleras, de los cruentos combates, de las temibles cargas al machete y de las largas marchas y contramarchas para neutralizar al enemigo por sed, hambre, cansancio y enfermedades. No en vano a la pregunta de un periodista a Máximo Gómez de cuáles eran sus mejores generales, repondió sin titubear: junio, julio y agosto.
Y en efecto, en su conjunto estos son los meses más terribles de calor, mosquitos, moscas, jejenes, garrapatas, y toda la familia de insectos y plagas que atacan sin piedad a humanos y animales. Y son, además, la avanzada de la época de ciclones, tormentas y huracanes que provocan inhundaciones, arrasan las cosechas, aniquilan la economía y convierten al europeo no adaptado al clima en un ser inofensivo. Eso sucedió al soldado español que, víctima de la naturaleza, abarrotó los hospitales atacado por la diarrea, el vómito y la fiebre.

En 1895 se cumplían 27 años del levantamiento de Yara. Durante tres años, del 92 al 94, después de múltiples intentos y fracasos, Martí y el Partido Revolucionario prepararon las condiciones mínimas para reactivar aquel pronunciamiento del 10 de octubre de 1868. Se fijó la fecha para el domingo 24 de febrero, y ese día, en lo elemental, fue movilizada la vanguardia del ejército mambí. 4299 hombres fueron puestos sobre las armas disponibles, que no eran otras que fusiles, escopetas, revólveres, municiones y machetes. Ese día, entre requisados y propios se juntaron unos 3000 caballos, algunos sin monturas ni arreos, y se abrió una red de colaboradores en ciudades y pueblos. Todos, de un modo u otro, se fueron a los lugares de concentración, y otros, directamente al campo de batalla. Desde Guantánamo a Matanzas, a lo largo de unos 900 kilómetros, el levantamiento fue simultáneo. Pero cupo a la localidad de Baire, cerca de Bayamo, representar con nombre propio el grito de aquel día memorable. De ahí que se le conozca al pronunciamiento del 24 de febrero como "Grito de Baire."
Y de inmediato se acometió la preparación de una treintena de campamentos y cuevas donde guarecerse, Se apostaron correos. Se estrechó la vigilancia sobre las costas y posiciones enemigas. Se improvisaron prefecturas y hospitales de sangre en sitios que habían sido escogidos de antemano. Se recorrieron los itinerarios de ataques y retiradas. Y se establecieron comunicaciones clandestinas por mar con Jamaica y República Dominicana, a la vez que se mantuvieron, también clandestinas, las ya establecidas con Nueva York a través de la agencia norteamericana de envíos Wester Union.
Ese día se combatió en Matanzas, en Jiguaní y en el fuerte costero de Hatibonico. También ese día, la independencia en su nueva etapa, tuvo su primer descalabro en Matanzas: la liquidación del levantamiento de Ibarra que organizó personalmente Juan Gualberto Gómez. Y su primer mártir en Guantánamo: se llamaba Alfonso Toledano, y era un carnicero que en horas de la madrugada se había convertido en soldado de la partida de Enrique Tudela, y murió esa misma tarde atacando el fuerte de Hatibonico. Tuvo su bautismo de fuego y el ocaso de su carrera militar en menos de 12 horas. Así de brillantes y breves, como relámpagos, fueron los hechos de aquel 24 de febrero.
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LOS COMBATES DEL 24 DE FEBRERO DE 1895

HATIBONICO: Localidad al sur de Guantánamo. Reducido poblado de la costa oeste de Caimanera. Fue atacado por la partida de los hermanos Enrique y Vicente Tudela, a fin de tener ese tramo de las costa libre de mtropas españolas para facilitar el desembarco de Gómez y Martí, anunciado de antemano. La guarnición y el fuerte fueron tomados.

JIGUANI: Localidad cercana a Bayamo. Poblado de cierta importancia estratégica y poblacional. Fue atacado por la partida de José Reyes Arencibia. El combate favoreció a los rebeldes, pues la guarnición no opuso gran resistencia. Al filo de la tarde los atacantes se retiraron y marcharon sobre Baire para, según lo acordado, reunirse en esa localidad. Jiguaní fue abandonado porque en esos momentos iniciales lo importante eran los golpes de efecto, no sostener localidades que fuerzas españolas superiores, tarde o temprano, cercarían y retomarían. Como así sucedió con el envío de una columna desde Bayamo.

IBARRA Y JAGÜEY GRANDE: Localidades de Matanzas. Por información desde La Habana que obtuvieron los mandos españoles, los levantamientos de Matanzas fueron frustrados. En Ibarra y Jagüey Grande fue donde los levantados en armas sufriron su peor revés. El balance de los enfrentamientos se saldó con varios heridos y una alta cifra de detenciones. Luego se sucedieron los Consejos de Guerra, las penas de muerte y las condenas de presidio. Entre los fusilados, el comandante López Coloma, jefe militar de los levantamientos y Domingo Mujica Carratalá. Los demás detenidos, todos jefes de partidas, fueron: Nicanor Carzo, Octavio Hernández Domínguez y Leopoldo Hernández Fromant. Este último, al igual que López Coloma y Juan Gualberto, llegó a levantarse en armas.
De los 4299 levantados el 24 de febrero, 296 murieron durante el transcurso de la guerra.
Los levantados ese día representaron el 5,76 por ciento de los efectivos del ejército libertador, cuando alcanzó su mayor cifra de combatientes ya al finalizar la guerra, que fue de 74609 soldados, clases y oficiales.
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RELACION DE LAS LOCALIDADES LEVANTADAS EN ARMAS EL 24 DE FEBRERO DE 1895

EN GUANTANAMO, se levantaron 318 hobres en 7 partidas:
<> La Confianza (Mata Abajo): jefe, Pedro Agustín Pérez.
<> Hatibonico: jefe, Enrique Tudela.
<> San Andrés (Sierra Canasta): jefe, Prudencio Martínez Hechavarría.
<> Baitiquirí: jefe, Luís González Pineda.
<> El Yarey (San Antonio de Redó): jefes, hermanos Araujo.
<> Santa Cecilia: jefe, Pedro Ramos.
<> Tiguabos: jefe, Pablo Salomón.

EN SANTIAGO DE CUBA, se levantaron 1858 hombres en 6 partidas:
<> Aserradero (Santiago): jefe, José Candelario Cebreco.
<> El Caney: jeje, Victoriano Garzón
<> El Cobre: jefe, Alfonso Goulet.
<> San Luís: jefe, Quintín Bandera.
<> La Lombriz: jefe, Guillermo Moncada.
<> Loma del Gato (Alto Songo): jefe, Juan Pablo Cebreco
Otros jefes levantados en la región de Santiago: Luís Bonne, Higinio Vázquez, José González Calunga y José Valeriano Hierrezuelo.

EN MANZANILLO, se levantaron 299 hombres en 2 partidas:
<> Bayate: jefe, Bartolomé Masó Márquez.
<> El Colmenar: jefe sin precisar.
Otros jefes levantados en Manzanillo: Blas Mendieta Leyva, Enrique Céspedes Romagosa, José Celedonio Rodríguez y Dominador de la Guardia.

EN BAYAMO: se levantaron 738 hombres en 2 partidas:
<> Tres Macíos (Bayamo): jefes, José Manuel Capote y Esteban Tamayo
<> Barrancas: jefes, hermanos Joaquín y Francisco Estrada
Otros jefes levantados en Bayamo: Víctor Ramos, Joaquín Planas Ulloa y Jime Masó.

EN BAIRE: se levantaron 804 hombres en 2 partidas:
<> Baire: jefes, hermanos Saturnino y Mariano Lora Torres.
<> Jiguaní: jefe, José Reyes Arencibia.
Otros jefes levantados en Baire y Los Negros: Jesús Rabí y Manuel Dalmau.

EN HOLGUIN: se levantaron 124 hombres en una partida con tres grupos al mando de: José Miró Argenter, Julio Ferrié Rivera y Ricardo Sartorio Leal.

LIMITES ENTRE LAS VILLAS Y MATANZAS: se levantaron 99 hombres en 2 partidas.
<> Jegüey Grande: jefes, Martín Marrero y Leopoldo Hernández Fromant
<> Los Carcones: sin jefe determinado.

EN MATANZAS: se levantaron 59 hombres en 7 pequeñas partidas, debido a la vigilancia y las detenciones:
<> Ibarra: jefes, Antonio López Coloma y Juan Gualberto Gómez
<> Ciudad de Matanzas: sin jefe determinado.
<> Coliseo: sin jefe determinado.
<> Cárdenas: jefe, Regino Alfonso.
<> Unión de Reyes: sin jefe determinado.
<> Limonar, sin jefe determinado.
<> La Guanábana: sin jefe determinado.

El jefe político del levantamiento lo fue el Dr. Juan Gualberto Gómez, representante del Partido Revolucionario en Cuba y representante personal de José Martí. Y los principales jefes militares fueron: Por Oriente, el general Guillermo Moncada. Camagüey no se comprometió a levantarse en armas. Por Las Villas, el general Francisco Carrillo, que no se levantó porque al detener a los principales jefes de La Habana, fue avisado de no hacerlo, y él mismo fue detenido también en Remedios. Por Matanzas, el comandante Antonio López Coloma. Por La Habana, el coronel José María Aguirre, detenido igualmente. Y Pinar del Río no estaba previsto que se levantara, aunque en esa provincia también hubo detenciones. El general Julio Sanguily, detenido el día antes del levantamiento, fungía como coordinador militar de todo el Occidente del país. Otros detenidos de ese día 23 de febrero fueron los colaboradores del PRC, Ramón Pérez Trujillo, Juan Mata y Francisco Gómez de la Maza, así como tres importantes importadores de armas: Eladio Larrañaga, Ignacio Lazaga y José Velazco. Y por escapar no escapó al cerco ni el mecánico armero Agapito Amitua, al que le aplicaron, como a los demás, la Ley de Orden Público.
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LOS OFICIALES DE LA GUERRA GRANDE. SU REPERCUCION EN 1895.

La Guerra Grande tuvo su peculiaridad respecto al ascenso de sus generales y oficiales. Al ser una guerra social-popular de base y reivindicaciones económicas, sin antecedentes militares, los uniformados no existían en sus filas. De esa realidad derivó la decisión de Céspedes, en su período inicial como general en jefe, de establecer cuatro vías elementales para acceder a las gerarquías intermedias y superiores del naciente ejército. Esa decisión, a su vez, creó dentro de la oficialidad cuatro grandes grupos donde se juntaron, en estrecha colaboración, la base de abastecimiento, la táctica, la estrategia, la inteligencia, los servicios y el valor personal.
El primer grupo correspondió a los hacendados: por esta vía se nutrió la revolución de hombres acaudalados, dinero, tropa ex esclava, caballos, reses, monturas, arreos, herramientas de trabajo, machetes, algunas armas, campos de cultivo para las prefecturas, talleres, campamentos, conexiones con otros países, relaciones con los gobernadores locales, vínculos con las logias masónicas y créditos con los comerciantes de los pueblos. El propio Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Aguilera, Bartolomé Masó, Manuel de Quesada, los hermanos Mármol, los hermanos Grave de Peralta, Francisco Varona y Vicente García, entre otros, de las jurisdicciones de Bayamo, Manzanillo, Santiago, Holguín y Las Tunas, fueron hacendados que escalaron a la cúpula militar revolucionaria por sus aportaciones y porque sus antiguos trabajadores y esclavos les seguían ciegamente.
El segundo grupo correspondió a los ex militares residentes en Cuba con experiencia en otras guerras, como las de rechazo a las invasiones haitianas sobre República Dominicana, en 1845, 1849 y 1855. O aquellos ex militares fogueados en la guerra de Secesión de los Estados Unidos, entre 1861 y 1865. Por esa vía se fortaleció la insurgencia con hombres acostumbrados a mandar tropas de infantería, caballería y artillería, aunque la revolución carecía de ésta última arma. Ellos, en principio, fueron disciplinadores e instructores, y luego asumieron responsabilidades en las jefaturas de las unidades que iban ayudando a crear. Máximo Gómez, los hermanos Luís y Félix Marcano, Francisco Maceo Osorio, Carlos Roloff, Henry Reeve, Juan Rius Rivera y Thomas Jordan (que llegó a general en jefe) se contaron entre los generales más connotados de la Guerra Grande. Todos eran extranjeros.
El tercer grupo correspondió a los intelectuales. Por esta vía se alimentó la República en Armas de médicos, enfermeros, farmacéuticos, abogados, escritores, periodistas, músicos, pintores, maestros y otros eruditos que prestaron un inestimable servicio en los hospitales de sangre, en la elaboración de leyes, en la Cámara de Representantes, en las delegaciones del exilio, en el servicio judicial, en la prensa de campaña, en la divulgación de ideas y en la creación de obras como el Himno Nacional, que cimentaron las bases de una nacionalidad nueva, independiente y oriunda de Cuba. Ignacio Agramonte, de Camagüey; Manuel y Julio Sanguily, de La Habana; Juan Bautista Spotorno, de Las Villas; y Fedrico García Incháustigui, José Joaquín Palma y Perucho Figueredo, de Oriente; fueron la viva expresión y la representatividad de la intelectualidad en las filas de los oficiales que se formaron y ascendieron conforme se formaba y ascendía la creación técnica y cultural de la república. Ellos fueron espejo de la tropa.
El cuarto grupo correspondió a los hombres que no tenían más aval que sus méritos de guerra. Esa vía dotó a la contienda de un cuadro de altos oficiales y generales de extracción popular que surgieron de los contingentes de esclavos, trabajadores y campesinos que se volcaron a la tarea de hacer del combate y la batalla su trabajo de cada día. Ese quehacer frente a la muerte y bajo el acecho constante de un enemigo hábil, bravo y bien armado, enseñó táctica, aleccionó estrategia y forjó hombres como Calixto García, los hermanos Maceo, Jesús Rabí, los hermanos Lora, Serafín Sánchez, Quintín Bandera, Flor Crombet y Guillermo Moncada. Ellos cerraron la cúpula a que aspiró Céspedes, y fueron la unión natural (procedente de abajo en la era nueva) del antiguo hacendado y el vasallo, los dos reconvertidos en soldados.
Esos mismos grupos y esa misma política se mantuvo para la selección y forja de los cuadros de mando de 1895, con especial interés en las evaluaciones hechas por el Partido Revolucionario, de donde nacieron jefes políticos como José Martí; y a las evaluaciones de los méritos de guerra que otorga el campo de batalla.
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1895: EL PARTIDO REVOLUCIONARIO CUBANO

Continuará...